martes, 2 de abril de 2013

Ermita de Nuestra Señora del Mirón

Soria es una de las grandes desconocidas. La falta de documentación y las lagunas en la existente hacen que muchos piensen que carece de historia, cuando esta ciudad de poetas tiene tanto y más  que otras que contar. La ermita de Nuestra Señora del Mirón, en Soria capital, es una de las más visitadas por los turistas. Por ello es interesante conocer su leyenda y, como no, la relación de esta ermita con la vida del poeta Antonio Machado.
El edificio construido en 1725, de estilo barroco, está constituido por una única nave. Fue construida sobre los restos de una iglesia románica y gótica de la que sólo queda la bóveda de la sacristía.


LA LEYENDA
La leyenda del Mirón cuenta cómo se encontró la imagen románica de la virgen del Mirón. Florentino Zamora Lucas, en su libro "Leyendas de Soria" transmite lo que el Padre Damián Janariz narra en el manuscrito sobre la historia de las vírgenes sorianas.
La leyenda se sitúa en la época de la invasión musulmana, cuando los sorianos ante el temor de la profanación de la imagen de la virgen entierran dicha escultura dentro de una caja y colocan una piedra sobre ella, quedando olvidada su localización con el paso del tiempo.
Tiempo después, un labrador observó como sus bueyes paraban siempre en el mismo punto y era imposible hacer que siguieran avanzando. Durante su afán por mover a los bueyes escuchó una voz que le gritaba de forma repetida: "Mira, Mirón". El labrador dio parte a las autoridades que observaron de igual forma el extraño fenómeno. Se mando excavar la zona y así, se encontró la imagen de la virgen en su caja, tal  como fue enterrada.

ANTONIO MACHADO
En la primavera de 1912, Antonio Machado junto a su mujer terriblemente enferma de tuberculosis, regresa a la tierra natal de esta, Soria, y alquilan una casa en el paseo del Mirón.
Todos los días acudían ambos a la ermita envueltos en una nube de tristeza y súplica. Asegura el párroco que la mujer se situaba junto a las tapias para poder disfrutar del sol de estas tierras, mientras que el poeta se dirigía a la explanada exterior donde ahogaba sus penas y dejaba brotar las lagrimas a causa de la cada vez más próxima muerte de su esposa Leonor.

Me gustaria concluir con la carta a Unamuno , desde Baeza en 1913, referida a la muerte de Leonor.

La muerte de mi mujer dejó mi espíritu desgarrado. Mi mujer era una criatura angelical segada por la muerte cruelmente. Yo tenía adoración por ella; pero sobre el amor, está la piedad. Yo hubiera preferido mil veces morirme a verla morir, hubiera dado mil vidas por la suya. No creo que haya nada extraordinario en este sentimiento mío. Algo de inmortal hay en nosotros que quisiera morir con lo que muere. Tal vez para esto viniera a Dios al mundo. Pensando en esto, me consuelo algo. Tengo a veces esperanza. Una fe negativa es también absurda. Sin embargo, el golpe fue terrible y no creo haberme repuesto. Mientras luché a su lado contra lo irremediable me sostenía mi conciencia de sufrir mucho más que ella, pues ella, al fin, no pensó  nunca en morirse y su enfermedad no era dolorosa. En fin, hoy vive en mí más que nunca. Y algunas veces creo firmemente que la he de recobrar. Paciencia y humildad

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